Madre Eduviges Portalet
Eduviges Portalet nació el 3 de
diciembre de 1826 en la ciudad de Lyon (Francia). Fue bautizada a los tres días
de nacida con los nombres de Francisca Genoveva Eduviges
(éste último fue designado por su familia).
Sus padres fueron, Gastón Portalet, abogado
de la Corte Real de Lyon y Zelié Eleonore Couturier, parisense
de excepcionales cualidades humanas, destacándose su clara inteligencia,
perseverancia y virtud. Sus padres eran cristianos Recibió
su Primera Comunión en 1838, siendo alumna de las religiosas Ursulinas
de Villefranche. Este primer encuentro con Jesús dejó en su alma
indelebles huellas y desde allí no suspiró sino por el Divino Esposo a quién le
consagró su virginidad. El Espíritu Santo la enriqueció con todos sus dones en
el sacramento de la Confirmación que recibió con mucha unción.
A los quince años ingresó como alumna en el
Convento de la Visitación de Marcellín para terminar su
educación. Fue
así como el 25 de junio de 1866, fue designada para fundar un instituto para
niños ciegos en Toulouse, del cual sería ella la superiora.
Gran
amiga de la santa pobreza, se abrazó a ella con alegría para asemejarse mejor
al esposo de su alma.
El
21 de mayo de ese mismo año, inflamada de amor Divino, Madre Eduviges hizo su
Profesión Perpetua y el 30 de setiembre fue elegida canónicamente Superiora
General por unanimidad.
Deseosa
de extender su apostolado en bien de los invidentes, funda un Instituto para
Obreras Ciegas en Saintes y más tarde abre también una Escuela en
esa. En la Casa Madre crea un Externado en abril de 1882.
La
Madre Fundadora seguía infatigable trabajando en nuevas fundaciones. El 19 de
marzo de 1894, funda en Fanjeaux una Escuela en el Convento de tantos
recuerdos de nuestro Bienaventurado Padre Santo Domingo y verifica la compra de
dicho Convento. El 8 de agosto del mismo año, traslada a Mazéres la
Casa Madre y abre Escuela y Taller.
El
4 de noviembre del 1894, la venerada Madre cae gravemente enferma. El Señor la
reclamaba para sí. Ella había cumplido la misión que Jesús le había encargado.
El Esposo Divino la llamaba a las Bodas Eternas para coronarla y ella se le
presentaba con las manos llenas de buenas obras.
El 16 de noviembre de 1894, después de 12 días
de gravedad rodeada de todas sus hijas que la lloraban, su alma se abrió como
una flor para el cielo. A la edad de 68 años y 31 de profesión Religiosa, dejó
el invierno de la tierra, para ingresar a la primavera eterna de la felicidad
del cielo
El
perfume de sus virtudes y la semilla de su vida santa, sería el germen que
fecundaría el jardín de la Orden Dominicana.
Paola Cabezas
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